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Tal vez sorprenda un titular tan rebuscado, pero acontecimientos de los últimos tiempos me han llevado a plantearme la necesidad de redactar un post alertando de que se está perdiendo la prudencia a la hora de lanzar mensajes por redes sociales, sobre todo en aquellas plataformas de contenido público o que no tienen bien configuradas las opciones de privacidad.

Me decidí a redactar este post tras la última metedura de pata del actor y político Toni Cantó, ya que me resultó increíble que alguien pudiera tropezar dos veces en esa misma piedra, que más que piedra era un peñasco de colosales dimensiones teniendo en cuenta el lío que se montó cuando tuiteó aquello de que la mayoría de las denuncias por violencia de género son falsas. Que oye, será su opinión, pero hay cosas que no se pueden decir en voz alta. Ahora lo que ha publicado es un tuit donde se mofa de la mala dicción de Rajoy.

 

Desde que los personajes populares se aficionaron a esto de las redes sociales, y sobre todo a Twitter, las meteduras de pata se han sucedido a una velocidad de vértigo. Acordémonos de la que se montó el febrero de 2011 con el tropiezo de Bisbal, que incluso generó un hashtag propio que aún hoy sigue muy activo: #TurismoBisbal, ¡Increíble!

turismobisbal

Si bien es cierto que en ocasiones se trata de malos entendidos favorecidos por la imposibilidad de expresarse correctamente a causa de la escasez de caracteres y la falta de contexto, también lo es el hecho de que muchas veces la gente peca de «bocatrueno», como dicen en mi pueblo. Y estoy pensando, en este caso, en el lío que montó el presentador de televisión Jordi González con aquel desafortunado tuit en el que insultaba a otra tuitera. El hecho de que, dos años y medio después, el hashtag nacido de aquello (#tuputamadreguapa) siga estado activo, nos alerta sobre la primera de las evidencias: Internet tiene muy buena memoria, y los usuarios muy mala baba.

Tradicionalmente, los famosos tenían a sus representantes y los políticos a sus jefes de prensa, que funcionaban como portavoces. Sabían lo que podían o no decir en función de los intereses de sus representados y los suyos propios, y por norma general contaban con formación en comunicación. Pero llegaron las redes sociales y muchas de estas personas comenzaron a expresarse directamente a través de ellas, sin ser plenamente conscientes de que son auténticos altavoces. Comenzaron a tuitear cometiendo faltas de ortografía, expresando ideas controvertidas e incluso participando en acaloradas discusiones, quedando en evidencia ante el resto de tuiteros y, por extensión, ante una opinión pública convenientemente informada de ello por los medios de comunicación.

Sin embargo, no sólo los personajes públicos deben ser cautos con los mensajes que lanzan a través de las redes sociales, pues nunca sabes a quien puedes molestar de entre tus seguidores o amigos, o el giro que pueden tomar los acontecimientos. En este caso, estoy pensando en el maquinista que estaba al mando del tren descarrilado en Santiago de Compostela: cuando trascendió su nombre, algunos periodistas accedieron a su Facebook, que no tenía plena privacidad, descubriendo una publicación en la que este hombre se jactaba de conducir a gran velocidad. ¡Lo que le faltaba!

Captura maquinista

Con los hechos sobre la mesa, lo mejor que pueden hacer los personajes públicos que son incapaces de tirar de prudencia antes de expresarse, es cerrar sus cuentas de Twitter antes de que sus cuentas de Twitter les cierren a ellos todas las puertas del mundo. Eso, o contratar un community manager experimentado que sepa qué se puede o no decir en público. Si no, al menos deberían seguir una serie de recomendaciones.

La primera de ellas es prudencia, prudencia y -¡por Dios!- un poco de prudencia. Tuitear es como gritar a través de un altavoz. Que nadie diga en Twitter lo que no diría en una sala llena de periodistas. Expresarse de forma políticamente correcta nos ahorrará más de un disgusto. No se trata de no insultar, pues más de uno no puede evitar sucumbir a ello, sino de hacerlo con elegancia. También conviene morderse la lengua hasta hacerse sangre, si hace falta, antes que entrar al trapo y generar una discusión que termine dejándonos en evidencia.

La segunda es cuidar la ortografía y la gramática. Cuando se es un personaje público, y máxime si se tienen responsabilidades políticas o educativas, no conviene gritar a los cuatro vientos lo poco que nos importa nuestro idioma pateando el diccionario a la primera de cambio. Lo mejor es darle un repaso al libro de Lengua de primaria o, si no se tiene tiempo para ello, al menos usar un corrector que nos salve de cometer las faltas más graves. Cuando escribimos be donde debería ir una uve, nuestra credibilidad en todos los demás aspectos queda en entredicho. ¿Me gobiernan personas que llevan «orejas de burro»?

Otra recomendación es ser conscientes de lo que significa una limitación de 140 caracteres, una falta de espacio que no sólo implica que se deban usar abreviaturas, sino que no nos permite expresar determinadas ideas con claridad… 140 caracteres suponen un problema mucho mayor a la hora de que nuestros mensajes se entiendan con precisión: la falta de contexto. Estoy convencida de que fue la falta de contexto lo que lanzó a la fama el tuit primigenio del fenómeno #TurismoBisbal.

También es importante ser consciente de que en Internet los mensajes quedan grabados para siempre. Borrar una publicación puede no ser suficiente para hacerla desaparecer, pues ya habrá quien ha hecho una captura de pantalla con ella y, si la ocasión lo merece, se publicará por todas partes.

Finalmente, tengamos en cuenta que en muchos casos las redes sociales se encuentran vinculadas a otras de nuestras redes, a nuestro blog, a nuestro perfil en LinkedIn… por lo que a la hora de hacer publicaciones en un tono determinado, pensemos si ese comentario llegará a un grupo de contactos que no deseamos que descubra quienes somos realmente en la intimidad (o el anonimato). ¡Y cuidado con las opciones de privacidad! Facebook, por ejemplo, cambia cada dos por tres, verifica que tu perfil sigue manteniendo la privacidad que deseas! El efecto amplificador cuando nos referimos al social media no conoce límites. Y la maldad de muchos usuarios, tampoco. No les demos motivos, y no podrán atacarnos.

Para finalizar, y terminar con una sonrisa -cuando no carcajada- os dejo este enlace de El Blog de Andrés Vegas que ejemplifica cómo de una metedura de pata en redes sociales puede generarse un auténtico fenómeno como lo fue, y aún es, el #TurismoBisbal. ¡Feliz verano y recordad: en boca cerrada no entran moscas!

Fuentes: El Mundo; El País; Público; El Periódico;