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Entre el interminable listado de cosas que han cambiado radicalmente a causa de Internet se encuentra el modo en el que la gente consume información. El acceso a cualquier tipo de dato de manera inmediata o el hecho de poder conocer una noticia en tiempo real supone una enorme ventaja, pero la red también tiene sus inconvenientes.

En una ocasión escuché una frase que me dio mucho que pensar: “Informarse en Internet es como tratar de beber agua de una boca de riego”. Efectivamente, en Internet está todo, pero no siempre la información tiene la calidad deseada o podemos estar seguros de su veracidad.

Otro aspecto que ha revolucionado el contacto de las personas con la realidad en la que viven son las propias redes sociales. Nunca antes se estuvo tan bien conectado, tan comunicado no sólo con nuestros amigos, sino con perfectos desconocidos. Nunca antes se habló tanto de tantos temas a la vez con tantas personas a la vez. El internauta está saturado de información, esa es la realidad, por lo que es importante tener esto en cuenta a la hora de bombardearle con más mensajes. De hecho, si has llegado hasta aquí, gracias por tu tiempo.

Es en este contexto en el que hablaré de la calidad del contenido como requerimiento imprescindible si queremos que nuestros mensajes lleguen a la gente. Es evidente que repetir el mismo mensaje, mil veces publicado y retuiteado, no tendrá ningún calado en nuestra comunidad en redes sociales. No consiste en abordar temas nunca antes tratados en Internet, porque eso es prácticamente imposible, sino de conferir a la información un enfoque diferente, personal, acorde con nuestra comunidad.

Mensaje-en-una-botella

 

En este mundo de prisas, en el que la gente lee por encima y donde Twitter, por su fórmula, parece ser el soporte estrella, impactar al usuario será tan sencillo como hacerle llegar un mensaje corto -aunque cargado de ideas- y llamativo. Algo así como un titular periodístico, tal vez un poco más desarrollado, aunque no mucho más.

Precisamente en este sentido, me gustaría detenerme en la importancia de la imagen, un tipo de contenido que ha ido ganando terreno a cualquier otro, logrando una supremacía que lo convierte en el contenido estrella. Nada nuevo bajo el sol si digo que una imagen vale más que mil palabras, pero en un mundo en el que el usuario está saturado de información, cobra mucho más sentido del que tuvo nunca. Al arte de comunicar hay que sumarle la síntesis.

Los datos así lo confirman: en Facebook, por ejemplo, los contenidos que se acompañan de imágenes vistosas, que hablen por sí mismas o que contengan un breve mensaje, son más comentados, más votados y más compartidos. ¿Y por qué? porque destacan más, porque se ven y entienden antes. En Twitter, la imagen también facilitará que la atención del receptor recaiga sobre nuestro tuit, al distinguirlo del entramado de letras que constituyen los timelines.

El uso de la imagen para llamar la atención sobre un contenido tampoco es algo que se haya inventado ahora: los propios medios de comunicación escritos tradicionales han usado siempre la mejor imagen para su portada. También los anuncios clasificados más destacados son los que se acompañan de una imagen. Eso sí, de nada nos servirá poner como reclamo una imagen llamativa si lo que el usuario encuentra detrás no se corresponde con las expectativas generadas, bien porque no se ajusta al tema o porque no es una información de calidad. El usuario no debe quedar frustrado, o no compartirá, no votará o, lo que es peor, dejará de seguirnos en caso de que ésta sea una práctica repetitiva.

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A veces la imagen es el propio contenido, de ahí que las infografías sean un formato de tanto éxito, una imagen con una explicación esquemática sobre algo. ¡El tiempo del usuario es oro! Si nos adentramos en la vertiente humorística, las posibilidades son infinitas, y encima la viralidad está asegurada. Si podemos pegarlo a la actualidad, mucho mejor. ¿No me digáis que no os apetece compartir la imagen que hay sobre estas líneas? ¡yo ya lo he hecho!

Pero, ¿cómo hacer contenido de calidad? Cuando no se puede informar de algo nuevo, lo mejor es imprimirle un punto de vista personal, novedoso, ingenioso; que se note que quien escribe ha reflexionado acerca del tema para ofrecer su visión. Otra forma es contar esa historia en un formato que no se haya usado, sea infografía, viñeta, vídeo… que la información tenga un tratamiento diferente es lo que la hará única.

Ni que decir tiene que el contenido que compartamos en una cuenta corporativa debe ser afín a la marca, a sus valores, sus principios, su historia, su imagen de marca y su target mismo: contenido relacionado con el sector y los principales temas afines. Identificar esos temas es tarea primera, uno de los pilares sobre los que se debe asentar la estrategia de una empresa en redes sociales.

Imagen: Disruption!humor.servidor-alicante